Parece que la terapia va surtiendo efecto poco a poco. La mejoría es ligera pero no hay más remedio que tener paciencia. Otra cosa es el aspecto psicológico. Me paso el día tratando de consolarla ya que está bastante avergonzada.
Y es que, ahora que no nos oye, he de reconocer que mi mano es bastante torpe. No físicamente, ya que es mañosa y esas cosas. Pero intelectualmente, ese es otro cantar. A estas alturas todavía no ha asimilado las lecciones que he tratado de inculcarle y no sabe que no se puede ir de una habitación a otra atravesando las paredes. Que lo más práctico, cuando estás en una habitación, es ponerte las zapatillas y acomodarte en el sillón, con los pies encima de la mesa, mientras ves la tele un rato. Y que, cuando quieres ir a otra estancia, no tienes más que abrir la puerta y cruzar el umbral.
En fin, ¡qué se puede esperar de una mano!
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