domingo, 24 de octubre de 2010

Histeria siberiana


"¿No has oído hablar de la histeria siberiana? Era una enfermedad que sufrían los campesinos de Siberia. Imagínatelo: eres un campesino y vives solo en los páramos de Siberia. Trabajas la tierra un día tras otro. A tu alrededor, hasta donde alcanza la vista, no hay nada. El horizonte al norte; el horizonte al este; el horizonte al sur; el horizonte al oeste. Nada más. Todos los días, cuando el sol sube por el este, vas al campo a trabajar. Cuando alcanza el cénit, descansas y comes. Cuando se oculta tras el horizonte, al oeste, vuelves a casa y duermes.

Y eso, día tras día, año tras año. Y entonces, un día, algo muere dentro de ti. A fuerza de mirar, día tras día, cómo el sol se eleva por el este, cruza el cielo y se hunde por el oeste, algo, dentro de ti, se quiebra y muere. Y tú arrojas el arado al suelo y, con la mente en blanco, emprendes el camino hacia el oeste. Hacia el oeste del sol. Y sigues andando como un poseso, día tras día, sin comer ni beber, hasta que te derrumbas y mueres. Esto es lo que se llama histeria siberiana."
Al sur de la frontera, al oeste del sol
- Haruki Murakami -

Como reza en la contraportada de este libro, Murakami transmite la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemponáneo. Y es difícil sentirse tan sumamente identificado con una obra como me pasó a mí. Si a eso le añadimos una gran belleza en las metáforas, descripciones cargadas de poesía, ... El resultado es una experiencia casi mística.

Y es que yo también sufrí de histera siberiana. Llegué a derrumbarme, pero no llegué a morir. Me levanté y deambulé por parajes yermos hasta que encontré un camino. No sabía donde estaba ni a donde me dirigía... pero estaba en un camino y eso era lo único a lo que pude aferrarme.

"¿Qué hay al oeste del sol? No lo sé, tal vez no haya nada. O tal vez sí. En todo caso, es un lugar distinto al que está al sur de la frontera"

Sleeping sun

viernes, 22 de octubre de 2010

Falsa verdad


La razón desgarra el velo que cubre los sentidos
dejando desnudo al corazón que,
temeroso de volver a tropezar,
busca una ventana que le lleve a otro mundo
donde el aire no le traiga el aroma de tu ser.

En la puerta de la contradicción
la piedra se revela rompiendo su coraza,
y el moribundo emprende su camino sin retorno.

Y al final siempre regresa,
hastiado de encontrar falsas verdades,
escribiendo en un rincón con sus manos encalladas
que cuando la mentira miente debe haber otra mentira.

¿Hay un final?

El sol deslumbra esos ojos que no pueden ver.
Quisiera llorar y no puedo,
quisiera romper el cristal pero me aterra
el oscuro vacío que hay a mis pies
con el rostro desfigurado por sonrisas de afilados cuchillos.

Debo saltar a los brazos de la nada
y tratar de desvelar el misterio de mi origen.
Y quizá un día regrese conociendo la verdad.
O, tal vez, simplemente... dormiré.

- Mystic -

 

jueves, 21 de octubre de 2010

El buscavidas

Aunque, siguiendo con el paralelismo del cine, he de reconocer que me atraen más las historias de perdedores. Me parecen más realistas. "El buscavidas" es todo un clásico, pero yo no la había visto hasta hace unos días.


"Eddie, has nacido para perder. Claro, tenías el mejor pretexto del mundo para perder, no importa perder con una buena excusa. Pero ganar... resulta a veces como una carga, pesa mucho, es un fardo del que puedes deshacerte con una excusa. Lo único que puedes hacer es compadecerte a ti mismo, es uno de los mejores deportes, sentir compasión de uno mismo, un deporte que gusta a todos, especialmente a los fracasados."

miércoles, 20 de octubre de 2010

Invictus

En la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
doy gracias al dios que fuere
por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante, la amenaza de los años
me halla y me hallará, sin temor.

Ya no importa cuán recto haya sido el camino,
ni cuántos castigos lleve a la espalda.
Soy el amo de mi destino.
Soy el capitán de mi alma.


William Ernest Henley –


Este es el poema que ayudó a Nelson Mandela a sobrellevar su cautiverio y he decidido iniciar con él esta nueva andadura. Hace unos días que creé el blog, pero no me decidía a escribir la primera entrada. Tampoco sabía muy bien por donde empezar, probablemente lo que me pedía el cuerpo era contar el por qué del nombre del blog. En cualquier caso, fuera lo que fuere, no hubiera sido un derroche de optimismo precisamente.
Y heme aquí, tan solo por llevarme la contraria, comenzando con este poema, cargado de lucha y esperanza, que descubrí ayer viendo "Invictus".