domingo, 27 de noviembre de 2011

Arena y espuma



Un día cogí un puñado de neblina
y al abrir la mano, ¡ay!, la bruma
se había convertido en un gusano.
Cerré y abrí mi mano otra vez:
¡Sorpresa!, había un pájaro.
Nuevamente cerré y abrí mi puño,
y en la palma había un hombre
de pie, con cara triste, y me miraba.
Volví a cerrar el puño, y al abrirlo
sólo estaba la niebla.
Pero oí un canto de inefable dulzura.

* * *

La Esfinge habló sólo una vez, diciendo: "Un desierto es un grano de arena, y un grano de arena un desierto; ahora callemos."
Oí lo que la Esfinge dijo, mas no lo comprendí.

* * *

Dadme silencio: con él desafiaré a la noche.

* * *

Al alba sólo puede llegarse por el sendero de la noche.

* * *

Cuando mi copa está vacía, me resigno; pero cuando está a la mitad, me duele que no esté llena.

Arena y espuma  – Gibrán Jalil Gibrán –

martes, 15 de noviembre de 2011

La perla


Había perdido un mundo y no había ganado otro. Y Kino tenía miedo. Nunca en su vida se había alejado de su pueblo. Tenía miedo de los desconocidos y de los lugares desconocidos. Le aterrorizaba ese monstruo de desconocimiento que llamaban la capital. Estaba más allá del agua y al otro lado de las montañas, a más de mil kilómetros, y cada terrible kilómetro desconocido era terrible. Pero Kino había perdido su propio mundo y debía trepar hasta alcanzar uno nuevo. Puesto que su ensoñación del futuro era real y nunca sería destruida, dijo "iré" y también creó una cosa real. Decidir ir y decirlo era haber recorrido medio camino.
 
La perla  – John Steinbeck–

 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Tiempos pasados


¿Puede el tiempo pasar o es sólo una ilusión?

viernes, 4 de noviembre de 2011

Buenas noches


Ayer, por hoy, fue uno de esos días raros, en los que parece que las nubes, portadoras de melancolía gris, intentan purificarse arrojando su tristeza.

Por la noche pensé en llamarte, simplemente para darte las buenas noches, pero eso hizo que me imaginación volara: Me llevó a tu cama, a sentir tu calor mientras mis brazos te rodeaban y tú te asías a mi mano. Mis labios rozaban tu mejilla mientras te susurraba al oído, parapetado tras tu pelo, “buenas noches”.
Esto solo provocó que lloviera con más ganas y que el viento golpeara con más fuerza mi ventana. Y que yo me encontrara a las diez de las noche en la cama, con los tapones puestos, buscando apretar el botón que da por finalizado el día.

Y ahora, a destiempo, cuando la mayoría de la gente duerme, yo estoy despierto. Con el eco de tu llamada, que no llegó a mis oídos, resonando. Queriendo decirte, de nuevo, buenas noches, pero sabiendo que ya es tarde, que estás durmiendo.

Siempre a destiempo.


Mystic –