"¿No has oído hablar de la histeria siberiana? Era una enfermedad que sufrían los campesinos de Siberia. Imagínatelo: eres un campesino y vives solo en los páramos de Siberia. Trabajas la tierra un día tras otro. A tu alrededor, hasta donde alcanza la vista, no hay nada. El horizonte al norte; el horizonte al este; el horizonte al sur; el horizonte al oeste. Nada más. Todos los días, cuando el sol sube por el este, vas al campo a trabajar. Cuando alcanza el cénit, descansas y comes. Cuando se oculta tras el horizonte, al oeste, vuelves a casa y duermes.
Y eso, día tras día, año tras año. Y entonces, un día, algo muere dentro de ti. A fuerza de mirar, día tras día, cómo el sol se eleva por el este, cruza el cielo y se hunde por el oeste, algo, dentro de ti, se quiebra y muere. Y tú arrojas el arado al suelo y, con la mente en blanco, emprendes el camino hacia el oeste. Hacia el oeste del sol. Y sigues andando como un poseso, día tras día, sin comer ni beber, hasta que te derrumbas y mueres. Esto es lo que se llama histeria siberiana."
Al sur de la frontera, al oeste del sol
- Haruki Murakami -
Como reza en la contraportada de este libro, Murakami transmite la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemponáneo. Y es difícil sentirse tan sumamente identificado con una obra como me pasó a mí. Si a eso le añadimos una gran belleza en las metáforas, descripciones cargadas de poesía, ... El resultado es una experiencia casi mística.
Y es que yo también sufrí de histera siberiana. Llegué a derrumbarme, pero no llegué a morir. Me levanté y deambulé por parajes yermos hasta que encontré un camino. No sabía donde estaba ni a donde me dirigía... pero estaba en un camino y eso era lo único a lo que pude aferrarme.
"¿Qué hay al oeste del sol? No lo sé, tal vez no haya nada. O tal vez sí. En todo caso, es un lugar distinto al que está al sur de la frontera"