Un día cogí un puñado de neblina
y al abrir la mano, ¡ay!, la bruma
se había convertido en un gusano.
Cerré y abrí mi mano otra vez:
¡Sorpresa!, había un pájaro.
Nuevamente cerré y abrí mi puño,
y en la palma había un hombre
de pie, con cara triste, y me miraba.
Volví a cerrar el puño, y al abrirlo
sólo estaba la niebla.
Pero oí un canto de inefable dulzura.
* * *
La Esfinge habló sólo una vez, diciendo: "Un desierto es un grano de arena, y un grano de arena un desierto; ahora callemos."
Oí lo que la Esfinge dijo, mas no lo comprendí.
* * *
Dadme silencio: con él desafiaré a la noche.
* * *
Al alba sólo puede llegarse por el sendero de la noche.
* * *
Cuando mi copa está vacía, me resigno; pero cuando está a la mitad, me duele que no esté llena.
Arena y espuma – Gibrán Jalil Gibrán –
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