lunes, 4 de febrero de 2013

La identidad


Nunca le tuve miedo a la muerte. Ahora, sí. No consigo quitarme la idea de que después de muerto te quedas vivo. Que estar muerto es vivir una pesadilla infinita.

Pero nadie puede hacer nada contra los sentimientos, ahí están y escapan a cualquier censura. Uno puede reprocharse tal acto, tal palabra pronunciada, pero no puede reprocharse un sentimiento, simplemente porque no tiene poder alguno sobre él.

Incluso en el vientre de la madre, que dicen que es sagrado, no estás a salvo. Te filman, te espían, te examinan mientras te masturbas, examinan esa pobre masturbación de feto. No te escapas de ellos mientras vives, todo el mundo acaba enterándose. Pero tampoco te escapas antes de nacer. Como tampoco te escaparás una vez muerto.

– Milan Kundera –

 

sábado, 26 de enero de 2013

Kafka en la orilla




                Pasado el mediodía, unas nubes oscuras empiezan a extenderse sobre mi cabeza. El cielo adquiere una tonalidad misteriosa. Sin tregua, empieza a caer una lluvia violenta: el tejado y los cristales de la ventana de la cabaña gimen doloridos. Al instante me desprendo de la ropa, salgo desnudo afuera. Me lavo el pelo con jabón, me lavo el cuerpo. Es una sensación maravillosa. Suelto alaridos sin sentido con toda la fuerza de mis pulmones. Los grandes y duros goterones me golpean por todo el cuerpo como si de piedrecillas se tratase. Ese dolor punzante parece formar parte de un ritual religioso.
 
Haruki Murakami – Kafka en la orilla

jueves, 11 de octubre de 2012

Nieve en otoño

Sentada ante la ventana, en el piso vacío, Tatiana Ivanovna se pasaba las horas muertas viendo caer la lluvia, que resbalaba por los cristales como una cascada de lágrimas. Por encima de las pequeñas fresqueras y las cuerdas tendidas entre dos clavos donde se secaban los trapos, las criadas intercambiaban bromas y quejas de cocina a cocina en aquella lengua atropellada que la anciana no entendía. Hacia las cuatro, los niños volvían de la escuela. Se oía el sonido de los pianos, que tocaban todos a la vez, y en cada mesa de comedor se encendía una lámpara similar. Luego la gente corría las cortinas, y ya no se oía más que el repiqueteo de la lluvia y el sordo rumor de las calles.
     ¿Cómo podían vivir encerrados en aquellas casas oscuras? ¿Cuándo llegaría la nieve?

– Irène Némirovsky –

sábado, 14 de julio de 2012

martes, 3 de julio de 2012

De ratones y hombres


He visto más de cien hombres venir por los caminos a trabajar en los ranchos, con sus hatillos de ropa al hombro, y esa misma idea en la cabeza. Cientos de ellos. Llegan y trabajan y se van; y cada uno de ellos tiene un terrenito en la cabeza. Y ni uno solo de esos condenados lo ha logrado jamás. Es como el cielo. Todos quieren su terrenito. He leído muchos libros aquí. Nadie llega al cielo y nadie consigue su tierra. La tienen en su cabeza, nada más. No hacen más que hablar de eso, siempre, siempre, pero sólo lo tienen en la cabeza.

- John Steinbeck -

jueves, 28 de junio de 2012

La ventolera


Silba el viento dentro de mí.
Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara.
- Eduardo Galeano -